Todos tenemos un ser querido así

Si sos de esos tipos que les gritan cosas a las minas por la calle, o que justifica los abusos verbales y físicos diciendo que ellas se los buscan por cómo se visten, todavía estás a tiempo de dejar de ser un pelotudo. Pensá si a vos te gustaría que invadan tu espacio personal o que te juzguen por cómo te vestís, o cómo te sentiste si alguna vez lo hicieron, y tratá de aplicar en tu vida diaria el no hacer lo que no te gustaría que te hagan ni a vos, ni a tu vieja, tu hermana, tu esposa, tu novia, tu tía, o tu abuela. Ya sabemos que no es del todo tu culpa, que a lo mejor en el fondo sos un buen tipo a pesar de esto, que nuestra sociedad está impregnada de una mentalidad tan aberrantemente condicionadora sobre cómo debería actuar cada género que a veces es difícil desprenderse de un montón de actitudes que uno ni siquiera sabe que tiene. Pero no tenés excusa para no poner tu granito de arena y tratar de que todos vivamos un poco más felices y cómodos con nosotros mismos y con los que nos rodean. Que todos podamos vivir sin tener en medio el factor del abuso a la hora de elegir cómo salimos a la vereda, sin que tu pareja tenga que irse a dormir pensando en si le van a gritar algo cuando vaya mañana a trabajar, o si algún hijo de puta se va a querer propasar. No tenés excusa para no hablar del tema, para no discutirlo, para callar a los que te lo ponen delante de tus ojos, para no tomarlo como un problema real que nos importa a todos. No tenés excusa para no tratar de hacer las cosas mejor también en este aspecto de tu vida, como seguramente lo hacés en muchos otros.

Desaparición de las palomas

El primero en notarlo fue un abogado canadiense que andaba por Dubai como turista. Había salido de comprar antialérgicos en una farmacia, y eligió volver al hotel por una calle distinta, como para conocer un poco más el barrio, cuando se encontró con unas doce o quince palomas tiradas en el piso, desparramadas a lo largo de dos cuadras. El resto de los transeúntes no parecía prestarle mayor atención al hecho, quizás enfrascados en pensamientos acerca de sus quehaceres cotidianos. El abogado, por su parte, como buen hombre de su tiempo, tomó algunas fotos con su smartphone y las subió a un par de redes sociales. Unas seis horas después, docenas de imágenes similares capturadas por otras personas en diversas partes de Dubai ya eran cargadas y comentadas por muchas personas, intrigadas por el curioso hecho, manifestando sentimientos tales como la ira, la aberración, la indignación, la alegría y la simple curiosidad.

Continue…