Nota 5

Cuando estaba en mis veintes escribía mejor. Confiaba más en mi talento y no me importaba tanto lo que fueran a decir los críticos destructivos de siempre. Era más honesto conmigo mismo. Hoy en día está presente el vicio de aparentar en casi todo lo que digo, como si tuviera que probarle al otro que soy algo que debería colmar sus expectativas y no lo que realmente soy, este tipo lleno de miedos y dudas. Me ponía menos excusas. Ahora el tiempo es la razón obvia para no dejarme a mí mismo hacer lo que quiero, cuando todos sabemos que quien realmente se atreve a hacer algo lo hace hasta en las condiciones más extremas. No tenía más ni mejores ideas que ahora, pero me animaba a ejecutarlas en lugar de juzgarlas de antemano. Había una pasión en el escribir que ahora me resulta difícil encontrar, pese a que no estoy mejor ni peor, ni me faltan cosas cuya ausencia compensar haciendo esto.

Quizás sea en verdad el diálogo conmigo mismo lo que me asusta. Darme cuenta de todas las cosas oscuras que tengo adentro y no quiero ver día a día plasmadas en palabras, pese a que las palabras no son las cosas. Que en realidad no disfruto de escribir, sino de simplemente decirme a mí mismo que puedo hacerlo cuando quiera, aunque no sea verdad. Escribir requiere práctica, constancia, una disciplina que no es siempre tan obvia en las vidas por demás desordenadas de muchos de los que se dedican a esto. Nunca tuve esa disciplina durante mi adolescencia mi durante mis veintes; apenas estoy intentando aprenderla en mis treintas, forzándome a escribir al menos una página por día e insertando la escritura en mi vida diaria, por más que la mayoría de las cosas que escribo sean textos bastante carentes de emoción.

Pero esa emoción, esa urgencia, esa necesidad que sentía hace años ya no la siento, y no sé si es algo que se pueda recuperar. Es posible que los años me hayan hecho más escéptico y proclive a dejar de pensar en posibilidades de salvación en donde es evidente que no existe tal cosa. Sigo considerando esa mentalidad como algo que definitivamente ayuda a vivir mejor, pero quizás no sea la mejor para la escritura. Quizás la escritura no sea el mejor lugar para las personas prácticas y racionales, sino más bien para los incansables perseguidores de causas perdidas. El problema empieza cuando se quiere ser las dos cosas.