Nota 10

Aparentemente, la imagen que proyecto hacia los demás no es igual a la que tengo de mí mismo. Los que me rodean me suelen ver como un tipo centrado, que se toma las cosas con calma para tratar de llegar a las mejores soluciones posibles, y que generalmente está seguro de lo que dice o hace. Por dentro me siento siempre descontento, inseguro de mí mismo y disconforme con todo lo que hago. Tengo un montón de actitudes autodestructivas que trato de controlar de forma desesperada para reducir mi autoboicot todo lo que pueda. Reconozco que es inútil entristecerse o deprimirse por ciertas cosas, e incluso aunque no me siento deprimido tan seguido, no puedo evitar ni la tristeza ni la apatía. Tengo un estado de ansiedad constante, como un hambre de estar siempre un paso adelante de donde estoy, y por eso nada de lo que hago me contenta, siempre quiero lo que viene después de esto. Me pongo a conciencia en situaciones angustiantes, y cuando algo me resulta bien no lo disfruto, porque tiendo a pensar que no me lo merezco.

Sin embargo hay cosas que me hacen sentir menos roto. Sigo amando, escuchando, reflexionando y haciendo. Quizás todos nos sintamos un poco como yo sé que me siento, pero puede que no todos se den cuenta, o que no lo quieran asumir. Es posible que todos nos creamos un poco un fraude, y que hagamos todo lo posible por esconderlo, para que los demás no vean nuestro verdadero yo, sino algo más parecido a lo que aspiramos a ser.

Nota 9

Qué vergazo que es esto de que el tiempo de un día no alcance para hacer todo lo que quiero hacer, o que no lo haga alcanzar porque me detengo en otras cosas que sirven a manera de excusas, de demoras temporales. A esta altura da igual. El tiempo se puede hacer, el tema es si realmente quiero o puedo, más allá de que también quiera o pueda otras cosas que necesitan de ese tiempo.

A lo mejor vivo demasiado tranquilo y con pocas preocupaciones importantes como para realmente sentir esa necesidad acuciante de hacer esas cosas. O a lo mejor me estoy durmiendo en los laureles de la especulación por todo lo que hice y sé que soy capaz de hacer. Lo cierto es que la capacidad no sirve de nada, y que lo que importa son los hechos, como estar escribiendo esto aunque simultáneamente me muera por hacerlo y le tenga pánico a la hoja en blanco, al bloqueo, a esa sensación de creerme poco original o comunicativo. Miedo a que no los demás vean lo que hago por la posible burla o falta de entendimiento.

Hay una pregunta que todos deberíamos hacernos: ¿qué es lo que quiero? Me gustaría ser capaz de atreverme a preguntarle eso a cada persona con la que hablo. Sé muy bien que lo que yo quiero para mí es entendimiento. Mi psicóloga parece incapaz de comprender esto, o de creerme en el mejor de los casos. El entendimiento con personas individuales me interesa, pero no es mi meta principal. Me encantaría que pudiera haber completo entendimiento con mi pareja, mi familia, mis amigos, que mis viejos pudieran estar vivos para lograr también un entendimiento con ellos; que algo así pueda darse sería algo muy importante para mí, pero no es mi fin último. No, yo quiero el entendimiento con todas las personas, a manera de grupo. No sé con qué tiene que ver, pero no es una falta de amor en la infancia, ni rencor porque alguien me haya herido o abandonado. La psicología insiste en buscar causas en relaciones sentimentales del pasado, como si el identificarlas pudiera solucionar algo que ellos ven como un problema, sin saber a ciencia cierta si lo es. No todo lo que a uno lo deja disconforme o le trae dolores de cabeza o angustia es un problema. Al menos esto es una motivación, pero se puede convertir en problema cuando se pierden los objetivos, cuando no hay plan, cuando no se sabe cómo manejarlo. Creo que gran parte del trabajo necesario consiste en tener presente el por qué de que uno haga lo que está haciendo.

Homecoming

I write about these little things that mean so much to me
I feel like such a selfish prick at times like this
I guess that I can be
What can I say, I’m sorry?

Hace dos o tres años de la muerte de Tony Sly. Nunca fue uno de mis músicos favoritos, y le di muchas oportunidades a No Use For a Name para gustarme. Pero por alguna razón hoy llegué a un par de artículos sobre su fallecimiento que me llevaron a escuchar sus dos discos solistas.

Continue…

Nota 8

Todos, invariablemente y a veces de las maneras más inconscientes, nos creemos mejores personas que alguien en algún sentido u otro. El vegetariano cree ser mejor que el que come carne. El deportista cree ser mejor que el que se queda tirado en la cama. El escritor que escribe se siente mejor que el que está bloqueado. El que vota al PRO cree ser mejor que el kirchnerista. El programador con 10 años de experiencia cree ser mejor que el principiante.

No me parece del todo mal que esto pase. Pero sí creo que es nocivo el hecho de que nos apoyemos tanto en nuestras propias validaciones subjetivas que terminemos creyéndolas objetivas o absolutas. Terminamos durmiéndonos en nuestros propios y ficticios laureles, y descuidamos esa búsqueda que supuestamente nos hizo mejores personas. Mientras tanto, para seguir auto-validándonos, continuamos recalcando lo lejos nuestro que están los que no son como nosotros.

Lo mejor y lo peor no son medidas objetivas ni absolutas (de hecho, ninguna comparación lo es). Tienen que ver con nuestra propia creencia acerca de lo que hacemos y con la opinión de quienes nos rodean. Esas cosas que nos hacen mejores y tienen que ver con habilidades innatas o desarrolladas a través del tiempo, si bien pueden medirse y compararse hasta cierto punto, no son las que nos definen. Lo que nos define es lo que hacemos con ellas, qué tanto trabajamos por mantenerlas o desarrollarlas a través del tiempo. Los cambios de costumbres o actitudes que nos diferencian de como éramos en algún punto del pasado son etapas por las que ya pasamos y que a lo sumo nos mejoran con respecto a nosotros mismos, no con respecto a los demás. No nos dan una verdadera autoridad moral para decir que somos superiores por hacer algo determinado, y que el otro es inferior por no hacerlo. Ni siquiera el conocimiento es del todo cuantificable. Conocemos nuestra vida y lo que nos llevó a donde estamos, pero no podemos decir lo mismo del otro, porque no sabemos realmente cómo vive ni qué lo llevó a hacer o a no hacer las cosas que hace o no hace.

Ni la habilidad ni la experiencia nos hacen necesariamente mejores con respecto a los demás. Como mucho nos hacen avanzar con respecto a nosotros mismos, y deberíamos tener eso más presente en nuestra vida cotidiana.

Desde arriba

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Heráclito el oscuro de Éfeso escribía en enigmas. Decía no ocultar la verdad de sus palabras, sino hacerla evidente tan solo para aquellos preparados para conocerla. Pero, ¿no es esa tambien una forma de ocultamiento? Si bien rivales y seguidores dijeron sus propias verdades, ¿quién puede asegurar contar con la verdad, con tantas versiones autosatisfechas en conflicto? ¿No modifica la verdad aquel que la reproduce? ¿Sigue siendo la verdad si se la modifica? ¿Depende todo del punto de vista del que cuenta o del que escucha?

Heráclito nos llevó a plantearnos nuevas preguntas, pero solo él conoció sus verdaderas intenciones. Así como solo quien nos engaña sabe lo que pretende de nosotros.

El tiempo nos desgasta y traiciona al pasarlo entre interrogantes. Pero también lo hace si vivimos sin preguntas, si no creemos en nada ni nadie, o si lo hacemos ciegamente. No son pocos los que abandonan la lucha o cambian banderas y rumbos de forma constante. ¿Cómo creer en estas mismas palabras? ¿Cómo decir cuales son los límites de la duda?

Nota 7

Tuya es la mañana, tuyo el aire que desprende de la boca las palabras pasajeras que no vuelven. Solo vuelve lo de adentro, lo que siempre permanece. Los amores, los deseos, lo que no pueden robarte ni imponerte.

El rocío en las rodillas te reclama, te desea. Intentás abrirte paso hacia ese instinto que no muere, que se ríe de quien dice que jamas habra elección, de quien es condescendiente y te desea que hoy encuentres el valor para engañarte una vez mas. Para negar que tu sonrisa es una máscara. Para afirmar que no te dictan cada paso, cada herida.

No.

No es secreto que morimos de tristeza y de ansiedad por no encontrarnos. Que desgarra el sentimiento de empezar a construir cosas que mueren.

Pero antes de morir, vivimos. Vivimos de desear y de aceptar. Vivimos de saber que nada permanecerá.

Tuya es la mañana, tuyo el aire. El aliento que asegura que a tu lado encontraré hospitalidad.

Y te deseo. Porque nada de lo de afuera importa.

Porque aunque todo eso que se dice sea verdad, ninguna tormenta es grande.

Toda lluvia pasa, y ya vendrán otras aguas.

Nota 6

Cuesta levantarse a un nuevo día cuando la noche anterior nunca termina. En la ducha el recuerdo me dispara agujas frías en la espalda, y en la niebla de la calle veo los lazos que me atan sin nunca alcanzarme.

Anoche vi a una pianista que fallaba en casi cada acorde, en cada nota. Me reí de ella y también de mí. Era un espejo. Pensé en hombres hombre que, aún domados, siguen siendo como yo. Se resignan a una infeliz conformidad, pero al menos no enderezan clavos ni ponen trampas en sus propias puertas.

No quiero ser como ellos. No quiero medir mi tiempo en días, en horas, en trabajo y en reposo. Todo eso es una jaula que minimiza lo que nos pasa. Es conveniente, pero es gris.

Entiendo que la completa identificación no existe, ya dejé de perseguir quimeras. Sé que puedo mirar a los ojos del otro, mentirle y decir que estuve ahí, que ya pasé por eso, pero no da igual. Qué le importa a él la verdad, la realidad, los diferentes hechos. Importa la identificación, importa no sentirse aislado, la sensación de que ahí hay un otro igual a mí. Una copia de un aspecto. Un encuentro parcial, en ausencia de algo total. Un consuelo a la falta de entendimiento. Pienso que es posible que sea esto lo que buscamos desde siempre, y que no hay nada de malo en seguir buscándolo.

Ya me cansé de mirar la escena desde lejos, de ser un crítico de cuadros, de tocar de oído esas pasiones que no enfrento.

Lo que siempre simulo olvidar es simple. Soy un producto de mi propio tiempo, una creación del ahora, moldeado por los quiebres y rupturas, por los encuentros y los lazos.

Lo quiero todo. Quiero entendimiento. Quiero sensaciones. Quiero salir y gritar.

Este es mi tiempo, y me maravilla estar vivo.

Ya no hay encierro.

Nota 5

Cuando estaba en mis veintes escribía mejor. Confiaba más en mi talento y no me importaba tanto lo que fueran a decir los críticos destructivos de siempre. Era más honesto conmigo mismo. Hoy en día está presente el vicio de aparentar en casi todo lo que digo, como si tuviera que probarle al otro que soy algo que debería colmar sus expectativas y no lo que realmente soy, este tipo lleno de miedos y dudas. Me ponía menos excusas. Ahora el tiempo es la razón obvia para no dejarme a mí mismo hacer lo que quiero, cuando todos sabemos que quien realmente se atreve a hacer algo lo hace hasta en las condiciones más extremas. No tenía más ni mejores ideas que ahora, pero me animaba a ejecutarlas en lugar de juzgarlas de antemano. Había una pasión en el escribir que ahora me resulta difícil encontrar, pese a que no estoy mejor ni peor, ni me faltan cosas cuya ausencia compensar haciendo esto.

Quizás sea en verdad el diálogo conmigo mismo lo que me asusta. Darme cuenta de todas las cosas oscuras que tengo adentro y no quiero ver día a día plasmadas en palabras, pese a que las palabras no son las cosas. Que en realidad no disfruto de escribir, sino de simplemente decirme a mí mismo que puedo hacerlo cuando quiera, aunque no sea verdad. Escribir requiere práctica, constancia, una disciplina que no es siempre tan obvia en las vidas por demás desordenadas de muchos de los que se dedican a esto. Nunca tuve esa disciplina durante mi adolescencia mi durante mis veintes; apenas estoy intentando aprenderla en mis treintas, forzándome a escribir al menos una página por día e insertando la escritura en mi vida diaria, por más que la mayoría de las cosas que escribo sean textos bastante carentes de emoción.

Pero esa emoción, esa urgencia, esa necesidad que sentía hace años ya no la siento, y no sé si es algo que se pueda recuperar. Es posible que los años me hayan hecho más escéptico y proclive a dejar de pensar en posibilidades de salvación en donde es evidente que no existe tal cosa. Sigo considerando esa mentalidad como algo que definitivamente ayuda a vivir mejor, pero quizás no sea la mejor para la escritura. Quizás la escritura no sea el mejor lugar para las personas prácticas y racionales, sino más bien para los incansables perseguidores de causas perdidas. El problema empieza cuando se quiere ser las dos cosas.

Nota 4

Que una silla de mierda cueste cinco mil pesos es el colmo de las forradas. Es algo donde uno apoya el culo, nada más. Si me dijeran que va a ser la silla más cómoda del mundo lo vería como algo más creíble, pero cualquier persona con experiencia (entiéndase por experiencia el extendido arte de haber usado sillas) y con dos dedos de frente se puede dar cuenta de que tal cosa no existe, de que cada silla mantiene una especie de relación distinta con el culo y la espalda de cada persona. No hay tal cosa como una silla universalmente cómoda. El problema son los forros que se dan más importancia a sí mismos de la que en realidad tienen, creyendo que son mejores que el resto por la mera acción de comprar una silla comercializada, construida y diseñada por otro conjunto de forros con los humos altos, que lo único que hicieron para justificar su precio (además de probablemente explotar empleados, claro) fue hacerle al primer grupo de forros de que su producto y su nombre son mejores y tienen más relevancia que los del carpintero del barrio que te vende un juego de cuatro sillas iguales por un octavo del valor de esta.

El marketing debería ser una herramienta orientada a que el consumidor esté satisfecho pagando algo que tenga relación con lo que finalmente obtiene. No está mal que existan cosas caras. Lo que está mal es que algunas (incluso la mayoría) de las cosas caras no aporte un beneficio concreto mayor al de un producto similar con precio más bajo. Lo que está mal es que haya hijos de puta que te hacen creer que lo que ellos venden es mejor que lo del competidor, cuando no lo es ni en pedo, y así le embarran la cancha al consumidor. Ya sé que es parte de una estrategia de mercado por completo válida, pero eso no lo hace menos garcha.

Nota 3

Vengo leyendo Último Round de Cortázar. Me asombra un poco como hace 5 o 6 años me hubiera parecido algo genial, y hoy en día me parece escrito por un completo dickhead. ¿Qué necesidad hay de enrostrarle al lector todo lo que uno sabe, todo lo culto y cosmopolita que es uno, los movimientos contraculturales en los que se anda metido, cuando por otra parte te hacés el bolche y te burlás de la careteada de la gente en la que, a lo mejor sin darte cuenta, te terminaste convirtiendo? Es de una pelotudez pasmosa.