Desde arriba

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Heráclito el oscuro de Éfeso escribía en enigmas. Decía no ocultar la verdad de sus palabras, sino hacerla evidente tan solo para aquellos preparados para conocerla. Pero, ¿no es esa tambien una forma de ocultamiento? Si bien rivales y seguidores dijeron sus propias verdades, ¿quién puede asegurar contar con la verdad, con tantas versiones autosatisfechas en conflicto? ¿No modifica la verdad aquel que la reproduce? ¿Sigue siendo la verdad si se la modifica? ¿Depende todo del punto de vista del que cuenta o del que escucha?

Heráclito nos llevó a plantearnos nuevas preguntas, pero solo él conoció sus verdaderas intenciones. Así como solo quien nos engaña sabe lo que pretende de nosotros.

El tiempo nos desgasta y traiciona al pasarlo entre interrogantes. Pero también lo hace si vivimos sin preguntas, si no creemos en nada ni nadie, o si lo hacemos ciegamente. No son pocos los que abandonan la lucha o cambian banderas y rumbos de forma constante. ¿Cómo creer en estas mismas palabras? ¿Cómo decir cuales son los límites de la duda?