Nota 8

Todos, invariablemente y a veces de las maneras más inconscientes, nos creemos mejores personas que alguien en algún sentido u otro. El vegetariano cree ser mejor que el que come carne. El deportista cree ser mejor que el que se queda tirado en la cama. El escritor que escribe se siente mejor que el que está bloqueado. El que vota al PRO cree ser mejor que el kirchnerista. El programador con 10 años de experiencia cree ser mejor que el principiante.

No me parece del todo mal que esto pase. Pero sí creo que es nocivo el hecho de que nos apoyemos tanto en nuestras propias validaciones subjetivas que terminemos creyéndolas objetivas o absolutas. Terminamos durmiéndonos en nuestros propios y ficticios laureles, y descuidamos esa búsqueda que supuestamente nos hizo mejores personas. Mientras tanto, para seguir auto-validándonos, continuamos recalcando lo lejos nuestro que están los que no son como nosotros.

Lo mejor y lo peor no son medidas objetivas ni absolutas (de hecho, ninguna comparación lo es). Tienen que ver con nuestra propia creencia acerca de lo que hacemos y con la opinión de quienes nos rodean. Esas cosas que nos hacen mejores y tienen que ver con habilidades innatas o desarrolladas a través del tiempo, si bien pueden medirse y compararse hasta cierto punto, no son las que nos definen. Lo que nos define es lo que hacemos con ellas, qué tanto trabajamos por mantenerlas o desarrollarlas a través del tiempo. Los cambios de costumbres o actitudes que nos diferencian de como éramos en algún punto del pasado son etapas por las que ya pasamos y que a lo sumo nos mejoran con respecto a nosotros mismos, no con respecto a los demás. No nos dan una verdadera autoridad moral para decir que somos superiores por hacer algo determinado, y que el otro es inferior por no hacerlo. Ni siquiera el conocimiento es del todo cuantificable. Conocemos nuestra vida y lo que nos llevó a donde estamos, pero no podemos decir lo mismo del otro, porque no sabemos realmente cómo vive ni qué lo llevó a hacer o a no hacer las cosas que hace o no hace.

Ni la habilidad ni la experiencia nos hacen necesariamente mejores con respecto a los demás. Como mucho nos hacen avanzar con respecto a nosotros mismos, y deberíamos tener eso más presente en nuestra vida cotidiana.