Despierto

Cuando se duerme ese otro que soy yo es que realmente puedo empezar a despertar. A despertar y ser quien quiero, ir a donde deseo, construir a partir de lo que me paraliza cuando no soy yo, incluso después de haberse echado por tierra todo lo que creí tener.

Ese otro es el miedo, es el odio, es la destrucción de mis deseos. Es quien me encierra y me dice que afuera no hay nada para mí, quien me siembra esas dudas que no desaparecen, pero a las que ya no temo cuando despierto: la soledad, el silencio, la distancia, la decepción, el dolor.

Es posible que este despertar sea en realidad otro sueño, pero no me importa. Si el lugar en donde creo estar está dado vuelta, aún así parece más cómoda esa inversión que conformarse a una vida de estar despierto pero inmóvil en la oscuridad. Si es un sueño, al menos en el sueño puedo escapar y encontrar algo distinto de lo corriente, de lo que me llena de desesperanza en mis momentos de vigilia.

Puedo soñar otros lugares, otros mundos. Otras lunas, suelos rojos. Mundos donde nadie necesita hablar para comunicarse, donde la comprensión y el entendimiento son inmediatos, donde no es necesario adivinar ni ocultar intenciones, deseos, sentimientos, pensamientos, donde no se puede ser juzgado por ellos.

Un lugar donde las dudas se convierten en una mera sombra.